Volumen 1, N°1 Agosto de 2004

La bibliografía en Chile (1)

 

Bibliografía

Desde fines del siglo pasado comenzaron a aparecer diferentes estudios bibliográficos sobre las publicaciones efectuadas por historiadores, científicos y personajes de gran figuración histórica. Uno de los primeros trabajos en este orden de estudios fueron las Noticias de las publicaciones hechas en Chile por don Domingo F. Sarmiento, dadas a la publicidad por don Luis Montt el año 1884 y que fueron reeditadas tres años más tarde en el tomo I de las Obras de Sarmiento.

El fallecimiento de don Benjamín Vicuña Mackenna en 1886 dio lugar a la publicación de varios catálogos sobre su producción intelectual, basados en una lista confeccionada en 1876 por P. Moliné bajo la vigilancia del mismo Vicuña Mackenna. En la Corona fúnebre a la memoria del señor Benjamín Vicuña Mackenna se incluyó una “Bibliografía completa de las obras de don Benjamín Vicuña Mackenna” que, pese al título, era muy incompleta. El mismo año don Ramón Briseño publicó en los Anales de la Universidad de Chile, tomo LXX, un trabajo titulado Bibliografía chilena por un solo chileno, en que recogía solamente los libros y folletos; pero el mismo año y en la misma revista publicó un registro de sus artículos periodísticos con el título de Catálogo por el orden alfabético de sus respectivos títulos, de las publicaciones que por la prensa hizo don Benjamín Vicuña Mackenna.

La atrayente figura de Vicuña Mackenna, su destacada actuación en la vida nacional y su asombrosa fecundidad como escritor, han llamado poderosamente la atención de historiadores y bibliógrafos, que hasta épocas relativamente recientes se han preocupado de profundizar en el conocimiento de sus escritos, convirtiéndolo en el personaje que por sus obras ha originado el mayor número de estudios bibliográficos.

En 1915 en el tomo III de la Revista de Bibliografía Chilena y Extranjera, Carlos Vicuña Mackenna publicó una Bibliografía de Vicuña Mackenna que catalogaba los artículos publicados en El Nuevo Ferrocarril y los discursos parlamentarios pronunciados en el Senado entre 1876 y 1884. Diez años más tarde Ricardo Donoso en Don Benjamín Vicuña Mackenna. Su vida, sus escritos y su tiempo, hizo una nueva contribución, especialmente valiosa en lo que a la bibliografía periodística se refiere.

Finalmente, en la década de 1930 se alcanzó la mejor catalogación de las obras de Vicuña Mackenna con la aparición de diversos trabajos motivados por el centenario del nacimiento del escritor. Los Anales de la Universidad de Chile, en sus números correspondientes a 1931 y 1932, publicaron, entre otros, una parte del anterior trabajo de Carlos Vicuña Mackenna y ampliada en diversos aspectos, especialmente en lo que se refiere a revistas extranjeras.

En 1936, el comienzo de la publicación de las Obras Completas del célebre historiador, tarea acometida por la Universidad de Chile, permitió sistematizar y completar la bibliografía vicuñista gracias a la diligencia de Alejandro Benelli y el estímulo de Eugenio Orrego Vicuña. El primero completó los trabajos existentes y publicó la Bibliografía General de Vicuña Mackenna, integrada con trabajos de Ramón Briceño, Carlos Vicuña M., Guillermo Feliú Cruz y Eugenio Orrego Vicuña (Santiago, 1940).

De esta manera concluyen las variadas investigaciones alrededor de la producción intelectual de Vicuña Mackenna.

El desaparecimiento de don Miguel Luis Amunátegui en 1888, originó un trabajo de Justo Abel Rosales, muy reducido e incompleto, que se incluyó en Don Miguel Luis Amunátegui, impreso en París en 1889 sin indicación de autor, aunque se debe a la pluma de don Diego Barros Arana. Este simple esbozo fue superado en 1890 por el Catálogo bibliográfico y un tratado razonado de las obras de don Miguel Amunátegui, dado a luz por don Ramón Briseño en 1890.

La vasta obra realizada por don Diego Barros Arana, principalmente en el campo de la historia, fue colacionada por Víctor M. Chiappa en su Bibliografía de don Diego Barros Arana, publicada en Temuco en 1907 con motivo del fallecimiento del autor de la Historia General de Chile. Posteriormente, en 1931, Ricardo Donoso publicó una nueva bibliografía en su libro Barros Arana. Educador, historiador y hombre público.

Las numerosas investigaciones de José Toribio Medina han merecido también el estudio de algunos bibliógrafos. Víctor M. Chiappa publicó en 1907 dos tomitos con el título de Biblioteca Medina y luego, en 1914, insertó en la Revista de Bibliografía Chilena y Extranjera, un Epítome de las publicaciones de D. José Toribio Medina, que enumeraba 226 títulos publicados por el polígrafo hasta entonces. Este trabajo fue reeditado en la Revista Chilena de Historia y Geografía en el número especial dedicado a Medina en 1923 al cumplir cincuenta años de actividad intelectual, con el agregado de una Continuación de la Bibliografía de D. Víctor M. Chiappa elaborada por Guillermo Feliú Cruz. Este último investigador, discípulo fiel de Medina, y a quien se deben varias publicaciones relativas al célebre erudito, entregó a las prensas en 1930 su Bibliografía de don José Toribio Medina, que con su registro de 408 títulos puede considerarse como el catálogo más completo.

La actividad forense, política e intelectual de don José Victorino Lastarria, que dejó una profunda huella a través de numerosas publicaciones, originó una investigación bibliográfica de Alejandro Fuenzalida Grandón, que en 1893, en su obra Lastarria y su tiempo, incluyó una “Bibliografía y notas bibliográficas”.

Otra figura destacada en la vida nacional, aunque en una esfera completamente distinta, como es el campo de las ciencias naturales, el Dr. Rodulfo Amando Philippi, originó algunos estudios bibliográficos sobre su producción científica, que ofrecía serias dificultades por su extensión y por el gran número de artículos diseminados en revistas científicas alemanas. En el libro El doctor don Rodulfo Amando Philippi, su vida y sus obras (Santiago, 1904), escrito por don Diego Barros Arana con motivo del fallecimiento del naturalista, se incluyó una “Bibliografía de las publicaciones del Doctor don R. A. Philippi” elaborada por su compatriota, el jefe de la Sección Botánica del Museo de Historia Natural, Carlos Reiche. Dos años más tarde, Raúl Fürstenberg publicaba un nuevo catálogo en su obra Dr. Rudolf Amandus Philippi Sein Leben und seine Werke (Santiago, 1906), alcanzando a registrar 352 títulos.

En época más reciente, la interesante figura del jurisconsulto y pensador don Juan Egaña, ha llamado la atención de Raúl Silva Castro que ha registrado 307 impresos suyos en la Bibliografía de don Juan Egaña, 1768-1836, publicada por la Biblioteca Nacional en 1949.

En lo que respecta al mundo de las letras, la obra creadora de ciertos escritores y figuras eminentes ha atraído el interés de algunos estudiosos que se han preocupado de efectuar un ordenamiento bibliográfico.

La interesante labor de Rubén Darío, desde sus años oscuros en Chile hasta la conquista del éxito en Europa, está reseñada en la Bibliografía de Rubén Darío publicada por Julio Saavedra Molina en 1946. La trayectoria literaria de Gabriela Mistral ha merecido dos estudios de índole diferente, la Bibliografía crítica sobre Gabriela Mistral de Norberto Pinilla publicada en 1940 por la Universidad de Chile y La prosa de Gabriela Mistral. Fichas de contribución a su inventario de Alfonso M. Escudero, publicada en 1950 y reeditada siete años más tarde en los Anales de la Universidad de Chile.

Muchos otros autores en las más variadas disciplinas, han merecido pequeños estudios bibliográficos, que sería largo enumerar por la dispersión en que se encuentran pero no podría terminarse una reseña de esta parte de la bibliografía nacional sin mencionar los valiosos aportes efectuados por la Revista de Bibliografía Chilena y Extranjera, en cuyas páginas se encuentra un gran caudal de bibliografías personales. Como muestra se pueden citar, en orden de aparición, las de Marcial Martínez, Julio Zegers, Domingo Amunátegui Solar, Francisco J. Cavada, Malaquías Concha, Armando Donoso, Alejandro Fuenzalida, Jorge González Bastías, Tomás Guevara, Enrique Molina, Emilio Rodríguez Mendoza, Guillermo Subercaseaux, Luis Thayer Ojeda, Tomás Thayer Ojeda, Diego Dublé Urrutia, Samuel A. Lillo, Paulino Alfonso, Santiago Marín Vicuña, Rodolfo Lenz, Carlos E. Porter, Luis Ignacio Silva, Pedro Armengol Valenzuela, Andrés Bello y sus descendientes, etc.

Esas bibliografías adolecen, sin embargo, de un defecto inevitable: son incompletas porque atañen generalmente a personas que en la década de 1910, en que apareció la revista, estaban en plena actividad intelectual y que siguieron por largos años publicando diversos trabajos.

También debe señalarse que la Revista Chilena de Historia y Geografía en sus copiosos volúmenes ha dado lugar a reseñas bibliográficas de diferentes cultores de la geografía y la historia.

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