Volumen 2, Nº1 Agosto de 2005

La mujer de la derecha en América Latina y en el mundo: Una perspectiva comparativa

 

II. La maternidad y la derecha

Para poder explorar e ilustrar la oposición femenina en contra de Allende, he estudiado los resultados de la votación en las elecciones chilenas durante 1960 y 1970 y entrevisté a alrededor de 80 chilenos. En Chile, los hombres y las mujeres votan por separado, una realidad que refleja las diferencias que existen entre los géneros, pero a la misma vez le facilita al investigador en determinar cómo las mujeres y los hombres votan. Si tomamos un ejemplo de lo que los resultados de las elecciones revelaron, en marzo de 1973, encontramos que el 60 por ciento de las mujeres votaron en contra de Allende y a favor de la oposición (cincuenta por ciento de los hombres también votaron en contra de Allende)[4]. Dado que la clase alta en Chile no era tan grande, y no incluía a la mayoría del pueblo, es obvio que la oposición a Allende se extendía más allá de la élite. Es decir, la clase social no fue lo único que determinó el voto de las mujeres (y tampoco el de los hombres).

Las mujeres que se opusieron a la Unidad Popular creían que el gobierno de Allende debilitaba su papel de madre. En 1972 y 1973, el rápido crecimiento de la inflación y el déficit causados por el gobierno de los Estados Unidos en conjunto con la élite chilena en sus esfuerzos por sabotear la economía chilena y, por otra parte los errores cometidos y la falta de experiencia y conocimiento de la Unidad Popular en el manejo de la economía, obstruyeron seriamente los intentos del propio gobierno por enmendar la situación económica de la clase trabajadora. Las mujeres de la clase pobre y de la clase trabajadora experimentaron los resultados de estos fracasos económicos más agudamente. Casi todas las mujeres que entrevisté recuerdan con horror las mañanas en que se tuvieron que levantarse a las tres o cuatro de la mañana para hacer cola por el pan, leche o aceite. Como bien lo expresó una de éstas mujeres pobres, Rosa Elvira Durán, “el primer año [de Allende] fue todo una luna de miel. Los sueldos subieron, las cosas estaban bien, pero el segundo, nunca, nunca más quisiera volver a pasar por lo que pasé, porque era una anarquía total. ¿Sabe que para comprar un pollo flaco el año nuevo del 72, me amanecí desde las ocho de la noche hasta las diez de la mañana del día siguiente para que me vendieran un pollo polaco flaco, desnutrido que pesaba como un kilo? Para mí fue pésimo, pésimo”[5].

Esta escasez afectó más a las mujeres pobres particularmente porque, a diferencia de las ricas, ellas no tenían sirvientas que se pararan en las colas por ellas (en este caso ellas eran las sirvientas) y carecían del dinero para comprar lo que necesitaban en el mercado clandestino. Sin embargo, no eran tan sólo las inconveniencias físicas de hacer la cola las que afectaban a estas mujeres. El sentir que estaban fracasando como madres porque no podían proveer a sus hijos de comida y adquirir lo que necesitaban, era lo que más le afectaba. Aunque la clase social a que pertenecían estas mujeres influía en su capacidad para abastecerse en medio de la crisis económica que enfrentaban, y también en su posición política, no era determinante. Para muchas mujeres, su identidad de género, su papel de madre, el que ellas creían que el gobierno de Allende desprestigiaba, definía sus votos y su apoyo político para la oposición. Muy bien.

Una de las razones principales por las cuales la mujer se identifica con la derecha es porque afirma su papel de madre y esposa. Las mujeres de la derecha han expresado claramente esta combinación de la feminidad y la maternidad, una fórmula que le ha servido de bien. El vincular sus creencias y acciones con su identidad maternal, les permitía” negar su papel de actores políticos y de reclamar que actuaban desde una posición de superioridad moral[6]. Cuando las mujeres derechistas marcharon en contra de Allende, negaron sus motivaciones políticas y se definieron sólo como madres que actuaban para poder asegurar el bienestar de sus familias y de su nación.

Como lo expresó claramente María Correa Morandé, una dirigente de Poder Femenino, la organización de mujeres en contra de Allende, “porque el hecho de ser madre solamente pone a la mujer muy cauta, muy responsable, le da mucha trascendencia a las cosas, y los hombres, los hombres en realidad yo creo que el amor de padre es un amor adquirido, conciente, responsable, es un amor de racionamiento, pero no instintivo, porque no hay instinto en el amor. Yo soy el padre de esta criatura, pero no lo tuvo adentro como la mujer. No lo sintió vivo. No lo sintió vivir. Entonces la mujer tiene una responsabilidad mucho más grande sobre el género humano. Yo creo que por eso la mujer es muy cauta, muy responsable, no es así no más. Esa es la única razón que se me ocurre por qué [las mujeres] son más de derecha. La derecha es más ordenada, más respetuosa, son los dueños de la vidriería. La mujer también tiene cosas que son los hijos, y el amor maternal va por encima de cualquier cosa, de todo, no hay ninguna cosa que pueda compararse”[7].

La participación de la mujer en la política en nombre de su maternidad no es un fenómeno que se diera sólo en Chile. Durante 1930, la mujer componía alrededor de un veinte por ciento de los 200.000 miembros de la Acao Integralista Brasileira (integralistas), la organización fascista de brasileños. Ellas formaron parte de este grupo porque “veneraban la familia y la maternidad y temían que una conspiración capitalista comunista de banqueros internacionales (un eufemismo que denotaba los supuestos intereses judíos) que no sólo financiaban las turbas izquierdistas… pero buscaba destruir sus hogares”. Estas mujeres formaron parte de los integralistas para preservar su familia, y sus deberes dentro del grupo reflejan su concepto de género. Ellas eran “maternales, benefactoras y actuaban como esposas: sirviendo como mujeres ejemplares, inspirando a los hombres, ayudando a los pobres, y criando a los niños partidarios por la causa”. Sin embargo, su participación en la militante organización fascista las puso en un estado de confrontación, el que demandó algunas modificaciones a su género “tradicional”. Así como sus compañeros, ellas se pusieron el uniforme verde militar, y en más de una ocasión se pararon en guardia mientras su líder masculino se dirigía y se mofaba de los izquierdistas que amenazaban con atacarlos. No obstante, a pesar de sus vestimentas masculinas y de su disposición para confrontar a una multitud de hombres enojados, estas mujeres trabajaron para preservar las establecidas nociones de su género. Cuando desfilaban usaban ramos de flores en sus uniformes para suavizar y feminizar su apariencia y también organizaban clases de cocina y costura, economía del hogar, urbanidad y cuidado de niños[8].

Al principio de la década de los sesenta, la mujer brasileña conservadora salió otra vez a las calles de Sao Paulo y de otras ciudades de Brasil para marchar en contra del gobierno de Joao Goulart. Al reclamar por el supuesto insulto al rosario hecho por Goulart, organizaron una manifestación masiva de entre 500.000 a 800.000 mujeres, sólo dos semanas antes de que los militares derrocaran a ese gobierno[9]. Esta marcha, al igual que las de Chile, permitió a las fuerzas armadas brasileñas (y en 1973 a las chilenas) “justificar” su toma ilegal de poder para así responder a las exigencias de las mujeres que les reclamaron su pasividad frente a las políticas de los gobiernos elegidos. Como lo dijo Temma Kaplan, “Our mothers made us do it” (nuestras madres nos hicieron hacerlo)[10].

Y no es solamente en América Latina que la maternidad ha impulsado la participación política de la mujer. Y tampoco es verdad que las políticas maternalistas conducen sólo al conservadurismo. Los ejemplos de las agrupaciones de las madres de los desaparecidos que enfrentaron a las dictaduras militares en América Latina revelan que no[11]. Aunque carecían del derecho de sufragio o delreconocimiento como ciudadanas completas, las mujeres griegas conservadoras intervinieron, como madres, en la política de su nación y actuaron para salvar a sus niños de los comunistas. Durante la guerra civil (1946-1949), estas mujeres realizaron una exitosa campaña nacional e internacional en contra de los “comunistas”, quienes habían conducido la liberación de Grecia del dominio nazi en la Segunda Guerra Mundial. Al reclamar que estos “comunistas” estaban adoptando niños griegos y mandándolos al bloque de naciones del este, estas mujeres, conducidas por la Reina Fredericka, la “madre de la nación”, organizaron “pueblos para niños” en todo Grecia para albergar los infantes salvados de los comunistas. Representándose como madres para las que la preservación de la familia era su única preocupación, llevaron su caso a las Naciones Unidas y convencieron a esa organización que debía colaborar con sus esfuerzos por salvar a los niños y a su nación, por medio del apoyo a la repatriación de los niños. Ellas simultáneamente cortaron la ayudaa las fuerzas de izquierda y justificaron su derecho de hablar por la nación, no como políticos, sino como madres[12].

Lo que es sorprendente de tantas mujeres de la derecha es su uso de la maternidad para legitimar su entrada en la política. Al atribuir su frecuente e inaudita actividad política y pública a su papel como madres, ellas justificaron su comportamiento atípico sin retar sus atributos de mujer. ¿Habrá sido esto una táctica que emplearon para poder empeñar su trabajo en la política sin alterar sus nociones de género? O ¿esta postura refleja como ellas entendían su papel de mujer? Hago esta pregunta porque es un aspecto que necesita estudiarse y discutirse más. Ya que la mayoría de la literatura de la actividad política de la mujer se enfoca en mujeres progresistas, en mujeres que quieren transformar su estado o condición de vida, o en aquella que reta papeles restrictivos de su género, es muy importante notar que gran parte de las ideas teóricas desarrolladas alrededor de estas mujeres no necesariamente se aplican a la mujer de la derecha.

Para la mujer de la derecha, el dominio de la maternidad es más que adoptar una táctica ingeniosa que le permita su participación en la política[13]. Representa una de sus más fundamentales creencias de lo que significa ser mujer. Para ella, la feminidad significa maternidad, ese era su destino y su identidad. La mujer de derecha consideraba la maternidad tan natural que el hecho de que cualquier mujer la rechazara, o que no pudiera ser madre, era considerado como una negación de su verdadera naturaleza, o se pensaba que estaban condenadas a vivir una vida miserable y frustrada. Tan fuertes eran estas creencias, que algunas mujeres derechistas se obsesionaron con la maternidad con una fuerza que trascendía a su participación activa. Por ejemplo, en un artículo publicado en Amiga, la revista de la Secretaría Nacional de la Mujer, una organización de mujeres a favor de Pinochet, se aconsejaba a las mujeres amamantar a sus bebés. En él se describía el desarrollo de la mujer desde su niñez hasta la madurez, esencialmente, como el proceso biológico para prepararse para ser madre. “En la mujer desde los primeros años de vida, el cuerpo empieza a prepararse para esa maravillosa tarea que la naturaleza le ha asignado, y que es la maternidad”. Este apremiante proceso biológico es tan poderoso, que en algunos casos es el agente activo, mientras que la mujer simplemente es el recipiente pasivo en el cual toma lugar. El artículo que comentamos continúa diciendo: “Su organismo, por ello, dispone de órganos que funcionan en forma activa durante el embarazo y posteriormente, en el amamantamiento. Uno de estos órganos son las glándulas mamarias que en el período mismo de lactancia entran en actividad elaborando leche constantemente, aún en las horas de sueño”[14]. Esta cita sugiere una visión del embarazo y la lactancia en la cual los mecanismos naturales del cuerpo triunfan ante la misma conciencia de la mujer. También sirve para revelar hasta que punto la mujer de la derecha cree que la biología define su propio destino y explica sus posiciones y acciones políticas en contra de lo que ella ve como amenaza a la maternidad.

[Introducción] | I. La importancia de estudiar a la mujer de derecha | II. La maternidad y la derecha | III. Contra el feminismo, el mundo occidental, y el colonialismo | IV. Conclusión | Notas | Versión de impresión

 




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