Volumen 3, Nº1 Agosto de 2006

Movimientos de Consumidores en Chile. Entre la Novedad y el Reciclaje

 

I. Introducción

Abordar una investigación sobre las formas de asociatividad de la clase media chilena, en vista a descubrir alguna tendencia hacia la formación de un nuevo movimiento social, es un desafío complejo y sin destino posible de determinar.

La imprecisión del concepto clase media, las características conductuales y culturales de los individuos posibles de tipificar como de clase media y el énfasis –producto de categorías de análisis probadas y comprobables empíricamente- en el estudio de los segmentos de elite y del pueblo, obligan a retomar intentos de descripción y ubicación de lo medio en la gran trama social.

Al revisar la escasa bibliografía chilena referida al tema, pareciera que la clase media logró posicionarse como un actor social relevante entre los años 1920 y 1960. La participación y adquisición identitaria de estos grupos medios, en los afanes desarrollistas y populistas del Estado, durante esos años, dieron sustento a su condición de clase. El declinar del estado desarrollista que en treinta años había construido el estereotipo laico y “educado” del típico chileno y chilena de clase media, le habría quitado sus ímpetus de clase, iniciando un lento pero seguro proceso de individualización, desprotegidos de los epítetos estructurales, con una deformada conciencia de clase, que ha recibido el peyorativo juicio de los sectores extremos. Hacia la década de 1960, se habría consolidado la burocratización de estos grupos y “la idea del ‘destino manifiesto’ de los grupos medios como conductores de un nuevo Chile no oligárquico ni plutocrático, industrial, menos desigual y más ciudadano, se fue eclipsando”[1].

El advenimiento del régimen militar, alentado por esta misma clase media, habría terminado por“desmovilizar” a este sector, antes comprometido políticamente con las reivindicaciones populares, acercándolos más a los antiguos patrones oligárquicos de nuevo tipo que aportó el nuevo modelo económico de la dictadura.

Los estudios que abordan, desde la década del 60, el tema de las clases medias en Latinoamérica y específicamente en Chile, insisten en las dificultades de tal empresa. La condición intermedia y aparentemente transitoria de este segmento social; la diversidad de sus componentes; su ágil capacidad de transformación producto de coyunturas económicas, políticas y culturales que impiden una aproximación desde arriba, sin tropezarse permanentemente con nuevas variables, hacen de los estudios sobre la clase media un conjunto de supuestos que concluyen en otro conjunto de nuevos problemas.

El estudio del fenómeno, casi indescriptible e indefinible, de “clase media”, plantea desafíos metodológicos y teóricos difíciles de abordar. El análisis de clase, por ejemplo, resulta insuficiente frente al dinamismo y heterogeneidad de sus integrantes, incapaces de ser articulados como un todo, cual es el caso de la clase “alta” y la clase “baja”.

La clase media con su carga de culpas y aspiraciones, hoy en día, parece agrupar a un contingente informe, sin conciencia ni identidad histórica, que cual camaleón, se disfraza con el pelaje que conviene a los tiempos.Premunidos de una de las armas más identitarias que el estado desarrollista les otorgó: la educación, vaga por la historia sin dejar su impronta, desdeñando los conflictos, renegando de ciertas herencias ideológicas y sacudiéndose estigmas de clase con una nueva arma: el consumo.

En efecto, estudios como los de Eugenio Tironi y Javier Martínez, Las clases sociales en Chile. Cambio y estratificación, 1970-1980, que pretendía comprender “la evolución estructural reciente de las clases medias en Chile”, concluía por esa fecha con algunas afirmaciones interesantes, pero susceptibles de crítica. Primero, la acentuación de las heterogeneidades internas de los grupos intermedios; segundo, su capacidad de adaptación y transformación -una vez debilitado el patronazgo estatal- que evita la pauperización y proletarización con su entrada al sector privado; tercero, la mantención de la confianza en la educación como herramienta probada de promoción de status; cuarto, la puesta a prueba de capacidades históricas asociadas a la “burguesía”, como grupo emergente, que son la iniciativa, la competencia individual y el motor aspiracional y, quinto, su homogeneidad producto de la adopción del “consumo moderno”, factor que ha sido relevante en la configuración de su status[2].

Sin pretender ahondar en el origen de la clase media, sin intentar complejas definiciones de este grupo y, partiendo del hecho que más del 80% de los chilenos se denomina como perteneciente a algún tipo de clase media (alta, media o baja)[3], abordamos este estudio, apoyados en una amplia fuente de intuiciones que han ido adquiriendo forma con la frescura del ejercicio empírico y la lucidez de las teorías.

El objetivo del estudio ha sido identificar conductas asociativas en el ámbito de la clase media,analizándolas a la luz del marco teórico de los nuevos movimientos sociales. Se ha partido de la premisa que todo movimiento social tiene como componente inicial o fundacional formas de asociatividad de diverso origen, denominadas por algunos teóricos como Foweraker y Mueller como pre-movimientos sociales, que se articulan desde las acciones asociativas básicas[4].

Los supuestos que dirigen esta investigación apuntan a diversos aspectos. El gran segmento mesocrático de la sociedad chilena contemporánea, enfrentado a la necesidad de adaptación al modelo neoliberal, con la consecuente jibarización de su patrono histórico, el Estado, ha experimentado, a partir de las décadas del 70 y 80, un intenso proceso de transformación. Esta transformación ha traído como consecuencia la acentuación de la heterogeneidad del grupo en sus componentes internos, por una parte, y unahomogeneidad en cuanto a la adquisición de una nueva conducta: el consumo.

El gran componente identitario y de promoción social de la clase media, hoy en día, sigue siendo la conducta consumista, aún cuando se debe reconocer que el consumo es un elemento transversal a toda la sociedad -aunque según Galbraith “con una opulencia creciente se reduce la urgencia de los deseos de los bienes”[5]. El consumismo entre la clase media, aparece como una conducta reivindicatoria y existencial que supera los factores ambientales que la propician, entre ellos el acceso al crédito y la reducción del valor de los productos[6]. La implantación del “consumo moderno” ha generado un consumidor compulsivo, irreflexivo moralmente cuestionable, cuyo consumismo se asocia a cierto nivel de patología conductual y de hedonismo. Este monstruo moderno, satisfecho con sus logros materiales y sus gustos mundanos, como lo da a entender Tomás Moulian,se ha convertido en un ciudadano crediticio, cada vez más consciente de sus derechos como tal y, por ende, dispuesto a defenderlos en el marco de su desprotección ciudadana, pero indiferentefrente a la política como fuente de posibilidades críticas y deliberantes. La acción contestataria de la clase media no puede ser desde fuera, sino que surge con el sistema neoliberal y sus defectos. Sus objetivos no están ligados a la eliminación de las nuevas reglas del juego del mercado, sino que desde su experiencia personal, y a partir de sus intereses individuales en la continuación del estado de cosas, esgrime su discurso de consumidor con conciencia de tal para reivindicar servicios mal entregados, excesos, abusos y atropellos.

I. Introducción | II. La Teoría de los Nuevos Movimientos Sociales y los Grupos Intermedios | III. La Clase Media y el Consumo Moderno | IV. Ciudadanía y Consumidores en la Clase Media. | V. La Ciudadanía Protesta | VI. Organizaciones de Consumidores | VII. Movimientos Sociales de Consumidores: Liderazgo, Discurso y Acción | VIII. Los sin Techo: El Caso Eurolatina | IX. Reflexiones Finales | Notas | Versión de impresión

 




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