Volumen 3, Nº1 Agosto de 2006

Una Mirada al Movimiento Popular Desde dos Asonadas Callejeras (Santiago, 1888-1905).

 

I. Introducción [1]

Desde que los sectores populares emergieron como un actor relevante en la escena social, la historia de Chile ha sido jalonada por asonadas en las que se ha expresado su descontento, protesta y reivindicaciones.

El motín, la irrupción espontánea y más o menos violenta de peones, jornaleros y trabajadores de baja calificación laboral, fue un fenómeno común durante el siglo XIX. Mineros de la plata y del carbón, trabajadores de las guaneras, pampinos de las salitreras, gañanes empleados en el tendido de líneas férreas y otros grupos asimilables al peonaje, recurrieron a menudo a estas expresiones “primitivas” de rebeldía social[2].

En el ámbito urbano propiamente tal prevalecieron formas más “modernas” de protesta y de actividad reivindicativa: las huelgas obreras y peticiones artesanales predominaron por sobre las asonadas callejeras y “acciones directas” destinadas a presionar o golpear a los patrones y al aparato estatal.

Sin embargo, los disturbios populares marcaron episódicamente la vida de algunas ciudades en situaciones de crisis política o económica, sentando un precedente y una tradición que alcanzaría mayores desarrollos durante el siglo XX. En el contexto de las luchas por la Independencia y de los agitados años de la década de 1820, en la coyuntura política de 1845-1846 y durante la severa crisis económica de los años 1876-1878, el “bajo pueblo” urbano se volcó a las calles y se manifestó como “turbas”, causando alarma en la elite y las autoridades[3].

El surgimiento de un movimiento popular organizado no eliminó instantáneamente las manifestaciones más espontáneas y violentas de protesta social; solo modificó algunas de sus expresiones contribuyendo, sin proponérselo, a que los motines o asonadas se hicieran más corrientes en los escenarios urbanos ya que tras sus convocatorias se movilizaron sectores “marginales” que no contaban con organizaciones sociales ni representación política.

La asonada callejera se convirtió desde fines del siglo XIX en un punto de conjunción momentánea de “los de abajo”, lugar de encuentro y de disociación de fuerzas que convergían aparentemente en pos del logro de una reivindicación común, pero que eran, en realidad, el enunciado de tendencias profundas hacia la disgregación.

Los motines urbanos son, desde esta perspectiva, un campo privilegiado para la observación y el análisis de algunas características del mundo de los trabajadores. En este artículo nos proponemos poner al servicio de un estudio comparativo de la evolución del movimiento popular la información disponible sobre las asonadas del 29 de abril de 1888 y de fines de octubre de 1905. No se trata de una investigación detallada sobre esos acontecimientos, su génesis, desarrollo y consecuencias, sino de comprender a partir de ellos fenómenos más generales del movimiento de los trabajadores. Dicho de otro modo: nuestro trabajo es un intento de reflexión sobre el movimiento obrero y popular con motivo de lo sucedido en ambas jornadas, y no un estudio pormenorizado de las mismas.

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Nota

[1]

Versión electrónica del artículo del mismo nombre, publicado en Cuadernos de Historia, Nº 19, Departamento de Ciencias Históricas, Universidad de Chile, Santiago, 1999. Este artículo ha sido elaborado en base a información recopilada para el Proyecto FONDECYT Nº 1980725, financiado por la Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica (CONICYT). Se agradece la colaboración de Jacqueline Oses Gómez y Carola Agliati y las observaciones formuladas al texto original por Jorge Rojas Flores y Alberto Harambour Ross.  Volver.

I. Introducción [1] | II. La “Huelga de los Tranvías”. | III. La “Huelga de la Carne”. | IV. Conclusión | Anexo Nº 1 | Anexo Nº 2 | Notas | Versión de impresión

 




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