Volumen 1, N°1 Agosto de 2004

Las epidemias del siglo XVII en la historia demográfica de Florencia (1)

 

Notas

[1]

Cuadernos de Historia Nº 9, Departamento de Ciencias Históricas, Universidad de Chile. Diciembre de 1989, páginas 89-107.

[2]

Departamento de Ciencias Históricas, Universidad de Chile.

[3]

El tifus petequial o exantemático se caracteriza por ser menos letal que la peste, aunque por su frecuencia ha sido uno de los flagelos más importantes en épocas pasadas. Es una forma de tifus transmitida por los piojos que habitan en las ropas sucias; de allí que generalmente su mayor incidencia se registra en invierno, cuando las personas se lavan menos y se cubren con más ropas y también en períodos de carestía, como se podrá ver en el desarrollo de la epidemia de 1648-1649. Esta enfermedad es propia de la superpoblación, del hacinamiento y suele ser frecuente en los regimientos y hospitales. En 1546 fue publicada en Venecia la obra “De Contagione et Contagiosis morbis” cuyo autor es Gerólamo Fracastoro y en la cual se analiza justamente este mal. También es importante al respecto la obra de Ottaviano Roboreti, titulada “De Peticulari Febbre”. Trento, 1592. La sintomatología de esta epidemia ha sido descrita de la siguiente manera: “se reconocía por las petequias (manchas generalmente de color rojizo que resultan de la extravasación de sangre debajo de la epidermis), provocadas por las toxinas de las Rickttesie, los cocabacilos responsables de la enfermedad y que aparecen generalmente después de 4 a 8 días. Luego de un período de incubación que puede ir de los 5 los 15 días, el desarrollo de la enfermedad es bastante rápido; en la segunda semana y luego de la aparición de las petequias, la fiebre se mantiene alta, luego de lo cual se verifica, o una rápida mejoría o la muerte por colapso cardíaco. La letalidad (...) es muy variada (...) se calcula que llega al 20%, subiendo al 35 y 40% en las personas ancianas”. Del Panta, Lorenzo, op. cit., p. 56.
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[4]

Corradi, Alfonso. Annali delle epidemie occorse in Italia dalle prime memorie fino al 1850. Bolonia. 1972-1973. T. II, pp. 40-41. Según el autor el Gran Duque de Toscana, mediante un bando del 27 de octubre de 1621 prohibió la actividad de los limosneros, a raíz de lo cual éstos recurrieron incluso ante las autoridades eclesiásticas a fin de que el decreto fuese revocado. También se señala que en algunas ocasiones habrían ofrecido dinero a los jueces para este efecto.
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[5]

Landini, Placido. Istoria dell’Oratorio di Santa Maria del Bigallo e della Venerabile Compagnia della Misericordia della cittá di Firenze. Con la descrizione di tutte le Chiese cha hanno la Cura dell’Anime, e il nome di tutte le Strade di detta Cittá, pianti ed altri intagli in rame. Dedicata all’Illustiss.. e Reverendiss. Signore Filippo Attilio Mori Ubaldini Canonico della Metropolitana Fiorentina Patrizio ed avvocato del Collegio dei Nobili, ed uno del numero maggiore in detta Compagnia. Da Placido Landini Cittadini Fiorentino, e giornante di riposo della medesima. In Firenze l’anno MDCCLXXIX per Gaetano Cambiagi Stampator Granducale. Con approvazione, p. XXXVIII.
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[6]

Rondinelli, Francesco. Relazione del Contagio Stato in Firenze l’anno 1630 e 1633. Con un breve ragguaglio della miracolosa immagine della Madonna dell’ Impruneta. Al Serenisimo Ferdinando II Granduca di Toscana. in Fiorenza per Gio. Battista Landini MDCXXXIV con Licenza de’superiori. A’Lettori.
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[7]

Bargellini Piero. La Splendida Storia di Firenze. 3 Vols. Firenze. 1980. Vol. 3. p. 89. Es importante la mención que hace Bargellini sobre la población de Florencia en esa época, va que nos permite comprender que de los 50.000 habitantes a los que había quedado reducida Florencia por efecto de la peste de 1348, y que es lo que señala Villani, en el siglo XVII, la ciudad si bien es cierto que no había recuperado totalmente su antiguo volumen de población, había experimentado un aumento demográfico significativo, que es por lo demás la característica del comportamiento demográfico europeo durante la Época Moderna. No obstante, la apreciación de Bargellini resulta inexacta de acuerdo al siguiente cuadro:

Población de Florencia
Año 
Población
1552
59.172
1562
59.216
1622
76.023
1632
66.056

Fuente: Del Panta, Lorenzo. Una traccia di Storia demografica nella Toscana nei Secoli XVI-XVII. Serie Richerche Empiriche Nº 8. Dipartimento Statistico Matematico. Universitá di Firenze. 1974, p. 47.

Sobre el volumen de población en Italia, véase: Cipolla, Carlo. Historia Económica de Europa. (2) siglos XVI y XVII. Barcelona. Editorial Ariel Historia. 1981. Cap. I, p. 31. Según el mismo autor, la peste de 1630 afectó entre el 25 y el 70% de la población de las ciudades italianas, mientras que el promedio de mortandad en el área rural alcanzó el 30% aproximadamente, p. 60. Sobre las características generales de la población y su relación con las epidemias. Véase Cipolla, Carlo. Op. cit., p. 16. Cuando se desató la epidemia en el año 1630, Italia había entrado en un proceso de crisis económica que la relegó a un papel de segundo orden dentro de Europa. Esta situación se vio mayormente agudizada por el brusco descenso que experimentó la población al término de la epidemia. Véase al respecto: Del Panta, Lorenzo. La epidemie nella Storia demografica italiana. Secoli XIV-XIX. Loescher Editore. Torino. 1980, p. 151.
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[8]

Bargellini, Piero, op. cit., Vol. 3, p. 89. Sobre el impacto de la guerra en los índices de mortalidad, véase: Martinic, Zvonimir. “Las Epidemias en la Historia Demográfica de Florencia. 1325-1600”. Cuadernos de Historia Nº 6. Departamento de Ciencias Históricas, Facultad de Filosofía, Humanidades y Educación. Universidad de Chile. Julio 1986, p. 117. Véase además: Rondinelli, Francesco. Op. cit., pp. 31-32.
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[9]

La incubación de la peste varía entre 1 a 6 días y la mortandad se produce en promedio al cabo de los 5 días. La peste puede dar origen a la peste septicémica que es letal en el lapso de 24 horas y además a la peste neumónica que es letal en el lapso de 3 días. Sobre las características de la peste, sus tasas de letalidad, sus formas y su sintomatología, véase: Del Panta, Lorenzo. Op. cit., pp. 35-40. Según Rondinelli, la peste “...comenzaba con fiebres pútridas, agudísimas y continuas [...], la razón interna del mal era la podredumbre de los humores que se encontraban dentro de las venas grandes, vecinas al corazón”. Rondinelli, Francesco. Op. cit., p. 31.
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[10]

“Entre las cosas recomendadas para curar el mal estaba el jarabe de cedro, de limones, vinagrada simple con aguas cordiales, es decir de corteza negra, galega, borraja y similares [...], el electuario alquermés, el jacinto, almíbar brotado, precipitado de perlas [...]. El uso de estos antídotos era frecuente y por eso antes del almuerzo o media hora antes de la cena [debían tomarse] o con el jarabe o con la horchata”. Rondinelli, Francesco. Op. cit., pp. 32-33.
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[11]

Véase al respecto: Bargellini, Piero. Op. cit., Vol. 3, p. 91. La acción de la Archiconfraternidad de la Misericordia está claramente descrita en: La Misericordia di Firenze attraverso i Secoli. Notas históricas de C. Torricelli, M. Lopes Pegna, M. Danti y O. Checcucci. Obra publicada por la Venerabile Arciconfraternita della Misericordia di Firenze. Firenze. 1975, pp. 102-106. Sobre el particular del que estamos tratando, consideramos necesario reproducir el siguiente párrafo: “Appena era consegnata ai Fratelli la poliza col nome, cognome e indirizzo della persona colpita dal morbo, essi si recavano a prenderlo col cataletto, che ordinariamente era portato da due persone. Precedeva tale transporto un fratello che con la destra teneva uno “scamato” (cosi chiamavasi un bastoncello da battilanti) per farsi largo, e con la sinistra agitava un campanello per avvisare i passanti di allontanarsi ed evitare il contagio. Altra precauzione adottata in quell’epidemia consisteva nell’empire il cataletto di paglia o di fieno in luogo della materassa. Cosi appena deposto l’appestato nel letto del lazzareto veniva subito bruciato lo strame e vi era maggior sicurezza per coloro che adempivano al pietoso e pericoloso ufficio. A quei tempi non esisteva alcun didinfettante potente. Tuttavia i Fratelli ritenevano di poter rendere inefficaci i miasmi pestilenziali ponendo nel cataletto un vasetto con pochi tizi di brace ove gettavano di tanto in tanto alcuni grami di incenso ed altri sostanze resinose”, pp. 103-104. Véase además al respecto: Mc Neili, William. Le temps de la peste. Essai sur les epidemies dans L’Histoire. París. Ed. Hachette. 1978. Cap. VI. L’Impact Ecologique de la Science Medicale et de la organisation de la medicine a partir de 1700, pp. 209-210. Kulischer, J.M., Storia Economica del Medio Evo e Dell’Epoca Moderna. Firenze. G.C. Sansoni. 1964. Vol. 2, pp. 26-27. Sobre la medicina durante el siglo XVII, véase: Taton, Rene. La Ciencia Moderna (de 1450 a 1800). Vol. II. Colección Historia General de las Ciencias. Barcelona. Ediciones Destino. 1972. Cap. III, pp. 421-436. Sobre los remedios prescritos a los enfermos véase: Del Panta, Lorenzo. Op. cit., p. 37, nota 2 y Kulischer, J.M. Op. cit., Vol. 1, pp. 269-270.
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[12]

Sobre la manera de curar los bubones Rondinelli señala: “... los carbunclos querían ser tratados benignamente y no correr con rapidez al fuego, porque exasperándolos, el dolor ocasionaba una muerte desesperada. Aquellos que aparecían más agradables y no aportaban accidentes muy fieros, se curaban con el emplasto de llantén, que se hace así: jugo de llantén, harina de lenteja y médula de pan negro; aquellos que resultaban más malignos se descarnaban y luego se ponía sobre ellos ungüento egipciaco, con un poco de triaca y se procuraba la separación”. Rondinelli, Francesco. Op. cit., pp. 32-33. En los lazaretos, otros medios utilizados para madurar los bubones y curar el mal consistían en: 2 libras de aceite caliente de lirios blancos, almendras dulces, manzanilla y enforbio, a lo que se agregaban, 2 onzas de aceite contra venenos. Con esta mezcla se untaban los bubones y se esperaba que madurasen a fin de extraerles la materia. Una vez realizado esto se agregaba un emplasto compuesto de: hojas de violeta, hojas de malva, bulbos de lirios blancos, 1 libra de harina de cebada, 2,5 libras de diaquilón, 6 onzas de grasa de capón o de puerco, 6 onzas de aceite de almendras dulces, 6 onzas de mantequilla rancia, 4 onzas de aceite de enforbio y de lirios blancos, 6 onzas de tríaca de Andrómaco y 2 onzas de Aceite contra venenos del Gran Duque. Si el enfermo lograba resistir todo esto, pasados los 7 días, se le colocaba una pasta hecha de trementina, miel rosada, harina de cebada y triaca, todo lo cual se mantenía por varios días. Rondinelli, Francesco. Op. cit., p. 195. Sobre la incidencia de la peste según la edad, véase: Del Panta, Lorenzo. Op. cit., pp. 40-48.
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[13]

Rondinelli, Francesco, Op. cit., p. 22.
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[14]

Ibid, p. 23.
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[15]

lbid. En esta disposición se prohíbe también el remojar los fondos que se utilizaban para estas labores, los que debían ser arrojados inmediatamente al Arno o en lugares solitarios fuera de la ciudad.
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[16]

Ibid., p. 24 La situación de los judíos fue bastante crítica, ya que no podían regresar a sus casas si no portaban una licencia escrita expedida por el Magistrado, la que debían obtener cada vez que se movilizaran. Además se revocó el privilegio de que gozaban en orden a no llevar la señal identificatoria. Sobre la problemática histórica de los judíos y especialmente durante la Edad Media, véase: Koenigsberger, H.C. y Mosse, George L. Europa en el siglo XVI. Colección Cultura e Historia. Madrid. Editorial Aguilar. 1974, pp. 93-95.
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[17]

Con esta división se supera la tradicional estructura de 4 “quartieri” o barrios. En esta nueva estructura, los antiguos 4 barrios de Florencia corresponden a los 4 primeramente indicados.
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[18]

Véase al respecto: Rondinelli, Francesco. Op. cit., pp. 73-80.
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[19]

Basándose en Rondinelli, pp. 64-65, el cuadro ha sido elaborado por el autor.
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[20]

Cuadro modificado por el autor basándose en Rondinelli, pp. 71-72. Véase además al respecto: La Misericordia di Firenze attraverso i secoli, pp. 104-105.
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[21]

Rondinelli, Francesco. Op. cit., p. 25.
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[22]

Ibid. Entre las razones que se esgrimían para mantener totalmente separadas a estas personas, estaba la creencia de que en el acto de pedir la limosna se acercaban a las iglesias y mezclándose con la gente, las contagiaban.
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[23]

Con respecto a las emanaciones provenientes de las tumbas, podemos señalar que la gente en esta época experimentaba un inmenso pavor por el hedor que despedían los muertos, considerando que ello les causaría también la muerte. En realidad, el verdadero problema derivaba de las fosas comunes en épocas de mortandad, razón por la cual las autoridades ordenaban que se arrojara cal viva sobre las sepulturas. Este hedor de la muerte y la imagen de los muertos, fue descrito por el escritor italiano Curzio Malaparte (Suckert, Kurt. 1898-1957), el cual en su obra “La Pelle”, 1949, señala: “Ah i morti! Via! Vía! Non lasciateli avvicinare, guarda come apron la bocca, pronti a ficcare i denti nella carne viva dei vivi, nella carne rossa dei vivi. ¡Ah maledetti morti! E tutto ció che é morte nel mondo. Maledette le cose morte, e i corpi morti, e gli animi morti, maledetto l’orrendo odore, l’odore grasso e dolce, che mandano i morti a corrompere il chiaro mondo dei vivi”. Véase además al respecto. La Misericordia di Firenze. Cimiteri Monumentali. Firenze. 1983, p. 76. La minuciosidad de las disposiciones prohíbe vender aguardiente y cosas viejas en los ghettos u otras partes; al mismo tiempo se prohibió a los prestamistas recibir paños en parte de pago y a los especieros, enviar fuera de la dudad algunos medicamentos.
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[24]

También en esta época había razones climáticas que eran postuladas para explicar el comportamiento de la peste. Se consideraba que el plenilunio y el cuarto menguante, conjuntamente con los equinoccios, agravaban la peste mientras que, por el contrario, el mal disminuía considerablemente en los solsticios.
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[25]

Rondinelli, Francesco. Op. cit., p. 34. Aparte de este testimonio el autor señala que la calle que va desde la Iglesia de San Ambrosio a la puerta de la Cruz, fue la más afectada por la epidemia, calculándose al respecto la muerte de cerca de 600 personas en esa área, debiendo cerrarse por ello 130 casas.
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[26]

Del análisis de estos cuadros, podríamos establecer una relación de índole social. El cuadro correspondiente a la A.M.F. podría corresponder a todo el espectro social de la ciudad; en cambio, los índices del A.S.F. podrían corresponder a una situación de mejor condición de vida de los miembros de las Artes y por tanto una mayor capacidad para poder defenderse del mal. Por otra parte, si consideramos que la mayor mortandad durante el año 1630 se registra en la temporada verano-otoño, ello correspondería al hecho de que la pulga pasa en letargo durante el invierno y el máximo desarrollo de la epidemia se alcanza en los meses cálidos. No podríamos descartar para el caso del otoño, el desarrollo de la peste neumónica, situación que resulta totalmente clara en el año 1633. Esta peste se produce en las estaciones frías o en climas fríos y por efecto del hacinamiento. El grado de letalidad de esta forma de peste es bastante elevado, sobrepasando el 99% y generalmente el enfermo muere en el lapso de 3 días.
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[27]

Rondinelli, Francesco. Op. cit., p. 37. Además de estas precauciones, la gente acostumbraba llevar en la mano, para olerlo, un puñado de enebro con alcanfor o bien una esponja con vinagre o aceite contra venenos, carabo, etc. Se usaba mucho echarse en la boca azufre duro o mirra e incluso piedra jacinto, a la cual atribuían propiedades curativas.
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[28]

Véase: Martinic, Zvonimir. Op. cit., p. 103 y nota 63 y pp. 105 y 107.
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[29]

Corradi, Alfonso. Annali delie epidemie occorse in Italia dalle prime memorie fino al 1850. Bolonia. 1972-1973. T. II, p. 170.
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[30]

Ibid, p. 173. No existen cifras de muertos al respecto.
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[31]

“...en 1668 fue introducida en Florencia una bebida muy común en España, que se llama ‘chocolate’ y se vende en vasitos de greda y se gusta tanto fría como caliente”. Corradi, Alfonso. Op. cit.. pp. 245-246.
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[32]

Como dato anecdótico se señala que los granizos que cayeron en esa oportunidad sobre la ciudad, fueron tan grandes, que algunos llegaron a pesar 29 onzas. Si bien la mortalidad producida por esta epidemia no es alta, la viruela ha sido considerada junto con la peste y el tifus, como uno de los mayores flagelos para la humanidad, ya que ataca preferentemente a las personas jóvenes. “... es causada por un virus que se transmite de persona a persona a través de pequeñas gotas de expectoración emitidas de la boca o de la nariz. Cerca de 10 a 12 días después de la inhalación del virus, la persona se enferma con fiebres elevadas y sensaciones dolorosas parecidas a la influenza. Después de otros dos días se presenta una erupción cutánea sobre la cara que se difunde luego por todo el cuerpo. Desde el décimo día, comienzan a formarse costras, que caen en la tercera semana, dejando en la piel de quien sobrevive, áreas sin pigmentación que se transforman posteriormente en cicatrices desfigurantes”. Del Panta, Lorenzo. Op. cit., pp. 63-73.
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[33]

Debemos entender que la mortandad durante ese año se produjo básicamente por neumonías, pulmonías y bronconeumonías.
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[34]

“...en 1692 nevó en mayo, junio y a fines de septiembre; el año 1693 se presentó durante el invierno sin lluvias y nieves; la primavera en cambio fue lluviosa, fría, con continuos vientos y continuas inundaciones; el verano fue poco caluroso”. Corradi, Alfonso. Op. cit., pp. 274-275. Los síntomas de esta epidemia eran los de laxitud y cansancio; pulso débil y orina revuelta. Todos aquellos en los que las petequias aparecieron a partir del primer día, murieron. Esta mortandad no fue significativamente importante. Se manifestaron casos de gente que arrojaba vermes por la boca, y los que superaban la fiebre quedaban por algún tiempo estúpidos, desmemoriados y sordos”. Corradi, Alfonso. Op. cit., p. 256.
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Confección de gráficos: Paulina Zamorano V.

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